Somos como helados
¿Es posible que los escritores seamos en el fondo variedades de helado?
10/7/20241 min read


Ayer, husmeando en algunas carpetas antiguas, me topé con mi primera novela, así como con otros escritos de hace años; incluso con algunas tiras cómicas que hice allá por 2012 (más de una década. Me hago viejo).
Es curioso releer antiguos textos. Evidentemente, como ya esperaba, la calidad de aquella primera novela que escribí entre los 16 y 17 años es bastante escasa; pero me resulta bonito reencontrarme con mi yo adolescente, ver las inquietudes, el drama y la idealización de aquel Sergio más joven.
Lo más destacable es darme cuenta de que, aunque me faltaba mucho por aprender y por practicar, los ejes centrales de mis historias ya se movían en las mismas aguas: los prejuicios, la familia y las falsas apariencias. Todo mucho más naíf, por supuesto, pero ahí estaba.
Esto me ha hecho plantearme si los escritores somos como los helados. No, no se me ha ido la cabeza. Me explicaré: existen los helados de fresa, los helados de chocolate, los de vainilla. Por supuesto, puedes echarle toppings: chocolate caliente, almendras, caramelo; pero su sabor primigenio siempre será el del helado en cuestión. Es posible que cada escritor tenga sus Temas Pilar, su sabor. A partir de ahí puedes añadirle los complementos que quieras: dragones, alienígenas, intrigas políticas, incluso usar un personaje victoriano para contar tu historia.
Si mi teoría fuera cierta, tendría sentido eso que nos pasa a veces como lectores con uno u otro autor, esa sensación de conectar más. Puedes leer mil escritores, pero hay dos o tres que, por alguna razón, resuenan en ti de forma distinta, independientemente de su estilo narrativo. ¿Quizás sea porque ese autor y tú sois el mismo sabor de helado?